domingo, 16 de octubre de 2022

Creo en ti, mujer



Suena el despertador y ella ya lleva bastante tiempo levantada; antes de salir de casa, cuando aún los demás duermen, María comienza su jornada. Prepara el desayuno para toda la familia, las mochilas del cole, los uniformes y el almuerzo para el marido, recoge lo último que quedó de la cena y tiende la ropa que la lavadora lavó mientras dormían... 

Jornada de 8 horas de trabajo, piensa en silencio, sonriendo tristemente para sus adentros. ¿Para quién? 

Como cada mañana, frente a una humeante taza de café, y antes de que el bullicio casero interrumpa su paz, María repasa algunos retazos de su vida. Recuerda a su madre, madrugadora como ella, con toda la casa recogida y reluciente cuando ella y sus hermanos abrían los ojos a un nuevo día; su padre sentado a la mesa, desayunando, cogiendo fuerzas para una nueva jornada de trabajo en el taller, pidiendo a su mujer que le sirviese más café; ellos, sus tres hermanos y ella, peleando por entrar primero al baño o retándose a ver quien bajaba antes a la cocina y comía más tostadas... Entretanto, su madre, de pie, tomaba un rápido vaso de leche, si podía, pues tenía que atenderlos a ellos y, además, terminar de recoger para ir un día más también ella a trabajar.  Estas escenas, como tantas otras donde su madre siempre estaba ahí, atenta, pendiente, callada, paciente, dispuesta y servicial, llena de ternura y de amor para con sus hijos y esposo, vienen a su mente día tras día, breves porque es poco el tiempo que tiene para sí misma, pero intensas porque las revive como si hubieran sucedido ayer. 

De su abuela también sabe que lo hizo igual. Antes de que sus abuelos fuesen más mayores, María iba a pasar días con ellos. Le gustaba la casa grande del pueblo y el olor a nata y miel. Cuando ella se despertaba por las mañanas, con el canto del gallo, su abuela ya andaba metida en faena y con todo preparado para marchar al campo a ayudar al abuelo. El abuelo trabajaba la tierra y la abuela "solo" iba a ayudar. ¡Qué manos tenía la abuela! Grandes, fuertes, siempre con grietas... pero llenas de amor.

María ahora lo entiende todo... su abuela, su madre, ella... Esto tiene que cambiar, se dice convencida a sí misma. Los recuerdos le están gritando algo; las mujeres de su familia, y cuántas más, lo hicieron así, pero ella tiene la posibilidad de mejorar. En su casa y en la oficina. Como mujer, como madre, como esposa, como trabajadora, como compañera y amiga, trabajará y luchará para que la mujer siga construyendo la Historia y Su historia, como se merece.




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